Muchos católicos a los que les haya llegado la noticia del posible cisma en la Iglesia siro-malabar, quizá se hayan asombrado al saber que existen católicos en la India de raíces muy antiguas. Cuando los portugueses llegaron con sus naves a ese subcontinente gracias a Vasco de Gama en 1498, se sorprendieron al encontrar cristianos tan lejos de Europa y casi incomunicados con sus hermanos en la fe. Son los llamados cristianos de Santo Tomás, porque se consideran fruto de la predicación de este Apóstol, que, según las tradiciones, estuvo en estas tierras alrededor del año 50, siendo martirizado en Meliapor, actualmente un barrio de Chennai. Sus restos se veneran en una basílica que se levantó en el lugar de su martirio.
Al estar tan aislados, durante la Edad Media se relacionaron sobre todo con los cristianos caldeos, de doctrina nestoriana. Sin embargo, por los vaivenes políticos de medio oriente, durante largas temporadas quedaron aislados y casi sin sacramentos (no siempre tenían obispos). En 1491 el Archidiácono, máxima autoridad de la iglesia malabar, consiguió que el patriarca de la Iglesia de Oriente (monofisita) les enviara dos obispos, los cuales, al no conocer la lengua local, eran tratados como huéspedes.
Con estos antecedentes, nos podemos imaginar la alegría de los cristianos malabares al ver llegar a sus costas las naos portuguesas que llevaban la cruz como insignia.
En una de esas naves en 1542 viajaba San Francisco Javier. Y fruto de su predicación los cristianos malabares aceptan las doctrinas católicas. Desde 1553 los patriarcas caldeos católicos envían obispos a la India. Pero eso no significó el fin de los problemas.
En 1599 un sínodo, encabezado por el arzobispo portugués de Goa, separó a los cristianos de Santo Tomás de la Iglesia caldea poniéndolos bajo dependencia latina. El sínodo prohibió el uso de libros siríacos y realizó cambios en la liturgia al considerarla nestoriana. Las autoridades portuguesas tomaron otras medidas latinizantes.
Nada de esto sentó bien entre unos cristianos que llevaban más de mil años celebrando la liturgia pacíficamente con sus formas orientales. Muchos volvieron a la liturgia tradicional y aceptaron a obispos enviados por patriarcas nestorianos. La historia de los cristianos de Santo Tomás desde este momento se convierte en un complicado relato de uniones y separaciones, legados pontificios que intentan calmar ánimos y excomuniones de obispos.
El origen del conflicto quizá está en la desconfianza con que desde Roma se miraban unas tradiciones litúrgicas en las que habían crecido diferencias doctrinales antiguas y por el momento insalvables, como el monofisismo y el nestorianismo. La distancia con Roma y la dificultad para conocer el idioma en que los cristianos rezaban y leían las Escrituras y a sus autores antiguos hicieron el resto. Y por parte de los cristianos malabares, a lo largo de los siglos se acostumbraron a apegarse a unos ritos que les aseguran la fidelidad a Cristo. Su experiencia les lleva a desconfiar de los cambios, más aún si vienen de personas que no conocen las costumbres locales. Ciertamente la Iglesia siro-malabar ha sabido integrarse en la cultura india, cosa que se hace evidente en la práctica del matrimonio, la unción de los enfermos, en los ritos ligados al nacimiento y a la muerte, la formación del clero y la construcción de iglesias.
Desde el siglo XX la mirada de la Santa Sede sobre los ritos católicos orientales es distinta: el Concilio Vaticano II manifiesta el deseo de que «las tradiciones de cada Iglesia particular o rito se mantengan salvas e íntegras a las diferentes necesidades de tiempo y lugar» (Decreto Orientalium Ecclesiarum, n. 2). A la vez, se declaró la conveniencia de revisar los libros litúrgicos (cf. Const Ap. Sacrosanctum Concilum, n. 3), estableciendo el principio de fomentar el rito propio y su patrimonio espiritual (cf. Decreto Orientalium Ecclesiarum, n. 4). Ahora se ve oportuno evitar las interpolaciones latinizantes que se hayan introducido.
Es en este contexto que el sínodo de la Iglesia siro-malabar, entre otras revisiones, decidió modificar la posición del sacerdote en la Eucaristía, que es el origen del conflicto actual. Y como hemos visto, han salido a la luz recelos que tienen siglos. Y como recuerda el Papa, más que un problema litúrgico, lo que está en juego es la obediencia a la Sede de Pedro.