Es innegable que la reciente sentencia del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos sobre la presencia de los crucifijos en las aulas escolares ha producido un amplio debate entre los ciudadanos sobre el alcance y los límites del derecho a la libertad religiosa.
Ciertamente la presencia del crucifijo tiene que ver con la libertad religiosa. Pero pienso que la auténtica libertad religiosa no consiste en expulsar los símbolos religiosos cristianos de los lugares públicos. En efecto, la presencia de un crucifijo en un lugar público puede tener muchos contenidos: quienes defienden que se debe sacar el crucifijo de las aulas cometen un error en su planteamiento, y es el de presentar como demostrada la incompatibilidad entre aconfesionalidad del Estado y presencia de los crucifijos en los espacios públicos, como si solo se pudiera mirar un crucifijo por motivos religiosos.
Es evidente que los crucifijos tienen un valor religioso para los cristianos. Pero además de este significado, se deben considerar otros contenidos. Todos los españoles estamos orgullosos de que en un lugar público como es el Museo del Prado esté el Cristo de Velázquez. Esperemos que los laicistas radicales no sean demasiado consecuentes sobre su planteamiento, porque nos veríamos abocados a arrinconar en un desván esta obra maestra del arte barroco y tantas otras que pueblan las salas de nuestro mejor museo, las cuales tienen contenido explícitamente religioso. Estoy convencido que si se preguntara al director del Museo del Prado sobre la aplicación de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos al museo, diría que no es aplicable porque es una obra con un claro valor artístico.
Ya suponemos que los laicistas radicales, a los cuales les molesta la presencia de símbolos religiosos en los colegios, cada vez que visitan el Museo del Prado y contemplan el Cristo de Velázquez, admiran el genio artístico del pintor sevillano. Esto es compatible con la actitud de los cristianos, los cuales cuando contemplan la misma pintura ven un símbolo de su propia religión. Sería una manifestación clarísima de intolerancia que un solo laicista radical protestara por la presencia de un crucifijo en el Museo del Prado y obligara a retirar el Cristo de Velázquez, privando así a tantos millones de personas del goce de disfrutar del arte de Velázquez.
En realidad no hay motivo para utilizar una argumentación distinta con las escuelas públicas: los cristianos verán un símbolo religioso, pero los no cristianos deberían ver la presencia de un símbolo que ha marcado la historia de nuestro país y es muy importante para un porcentaje mayoritario de nuestros compatriotas. Si alguien usa una argumentación distinta, deberá demostrar por qué quiere hacerlo.
El laicismo radical, como vemos, comete un error argumentativo al sentar como demostrada la incompatibilidad de los crucifijos con la aconfesionalidad del Estado: los crucifijos tienen muchos significados, como saben los laicistas que visitan el Museo del Prado.
Hacer caso a los padres de un solo alumno frente a los deseos de la mayoría no es neutralidad. La verdadera neutralidad del Estado debería hacer caso a la mayoría de los padres, los cuales están de acuerdo con la presencia de los crucifijos en las aulas de los colegios. Los padres a los que les moleste la presencia de los crucifijos deberían mirarlos como símbolos de la historia de nuestro país y de lo mejor de nuestra cultura.