Introducción
Desde tiempos inmemoriales, la Iglesia, en razón de “la importante misión de enseñar, santificar y gobernar el Pueblo de Dios que le ha sido confiado, propone hombres y mujeres que sobresalen por el fulgor de la caridad y de otras virtudes evangélicas para que sean venerados e invocados, declarándoles Santos y Santas en acto solemne de canonización, después de haber realizado las oportunas investigaciones” (cf. Introducción a la Constitución Apostólica Divinus Perfectionis Magister del 25 de enero de 1983). De hecho, “la santidad es la verdadera luz de la Iglesia: como tal, debe ser colocada en el candelabro para que pueda iluminar y guiar el camino hacia Dios de todo el pueblo redimido” (Papa Francisco, Discurso a la Congregación de las Causas de los Santos, 12 de diciembre de 2019).
Los postuladores, con su acción, ayudan a poner de manifiesto los ejemplos de aquellos bautizados que han vivido y dado testimonio del Evangelio. Por ello, en el desempeño de su labor, “deben ser cada vez más conscientes de que su función requiere una actitud de servicio a la verdad y de cooperación con la Santa Sede. No deben dejarse guiar por visiones materiales e intereses económicos, no deben buscar su afirmación personal y, sobre todo, deben evitar todo aquello que esté en contradicción con el significado de la labor eclesial que realizan. Los postuladores no deben olvidar nunca que las Causas de beatificación y canonización son realidades de naturaleza espiritual, no solamente procesal, espiritual. Por eso deben ser tratadas con una marcada sensibilidad evangélica y con rigor moral" (Papa Francisco, Discurso a la Congregación de las Causas de los Santos, 12 de diciembre de 2019).