En el supuesto de enfermedades contagiosas, y especialmente en el época de epidemia, una duda que surge es el modo de administrar la unción a enfermos. En efecto, los enfermos de otras enfermedades pueden sentirse temerosos de que el sacerdote le toque directamente con su mano, y el propio sacerdote debe cuidarse. Ello no solo por la debida atención a su propia salud, sino aún más para poder seguir administrando los sacramentos a otras personas. Además en muchos lugares puede haber normas de la autoridad sanitaria que impongan el distanciamiento social.
Por ello, es razonable e incluso aconsejable que el sacerdote no asuma riesgos innecesarios. En esos casos surge la duda: ¿cómo se administra la unción de enfermos en épocas de epidemia a cualquier enfermo, o en todas las épocas a enfermos de enfermedades contagiosas?
El canon 1000 resuelve la duda:
Canon 1000 § 1. Las unciones han de hacerse cuidadosamente, con las palabras, orden y modo prescritos en los libros litúrgicos; sin embargo, en caso de necesidad, basta una sola unción en la frente, o también en otra parte del cuerpo, diciendo la fórmula completa.
§ 2. El ministro ha de hacer las unciones con la mano, a no ser que una razón grave aconseje el uso de un instrumento.
En circunstancias de epidemias y pandemias el sacerdote debe mostrarse especialmente disponible para atender a enfermos, y más aún en aquellas circunstancias en que se teme por la vida del paciente: sería un error que un enfermo muera sin el consuelo de la gracia de Dios por miedo del sacerdote: sería como el mal pastor que tiene miedo a los lobos y huye dejando indefensas a las ovejas. Pero se debe hacer en todo caso cuidando las medidas de prudencia. No se trata solo de evitar que el sacerdote asuma riesgos innecesarios, sino también de procurar que el sacramento de la unción no sea odioso, para el enfermo (que puede sentirse cohibido e incluso temeroso de recibir la unción de un sacerdote, porque no es fácil saber si no está contagiado) sino también de la familia, que puede preferir no llamar al sacerdote si no tiene seguridad.
Por otro lado sería un cargo de conciencia si el sacerdote, por descuidar las precauciones propias del caso, transmitiera alguna enfermedad a otras personas.
Por lo tanto, se recomienda tomar las siguientes precauciones:
1. El sacerdote que va a visitar a un enfermo en época de pandemia debe usar las mismas protecciones que use el personal sanitario en ese caso, incluyendo los trajes especiales si estos son necesarios. Esto se debe hacer con todos los enfermos, los afectados por la enfermedad epidémica y los demás.
2. El sacerdote que va a visitar a un enfermo contagioso en cualquier época (también si no es tiempo de epidemia) debe seguir las mismas precauciones del número anterior.
3. Para administrar la unción, debe hacerlo con la mano cubierta por un guante sanitario u otro instrumento. En otras épocas se han usado pinceles para este ministerio. Si usa guante, al terminar deberá quitárselo tirando de una punta de modo que le dé la vuelta, y la parte que tocó al enfermo quede por dentro.
4. También debería ingresar sin el recipiente de los óleos (la crismera). Puede impregnar en el exterior un poco de algodón con suficiente óleo, y administrar la unción con el algodón, de modo que pueda desechar este.
5. Una vez administrada la unción, debe quemar el instrumento (el guante o el pincel y también el algodón si lo usó). Normalmente podrá entregarlo al personal del hospital para que se deshaga de él con seguridad.
6. El ministro no puede entrar en la habitación del enfermo con el libro del ritual: debe conocer el rito entero de memoria. Si no lo conoce, debería entrar con hojas de papel (por ejemplo, fotocopias del ritual) y desecharlas con el material sanitario al terminar.
7. Es oportuno avisar a las familias que la unción se administra a los enfermos con estas garantías, incluso advirtiéndolo en el tablón de anuncios de la capellanía del hospital, para evitar que alguno no llame al sacerdote por temor.
Con estas medidas la atención a los enfermos será segura y las familias quedarán agradecidas, además de que el sacerdote habrá actuado como un buen pastor que atiende a sus ovejas cuando están en peligro.
Por otro lado, es oportuno recordar que, como ha declarado la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ministro del sacramento de la unción es el presbítero, por lo que el diácono o el laico no pueden administrarlo, ni siquiera en caso de extrema necesidad.